En enero pasado llegó a San Juan con la idea fija que iniciaría en el verano argentino su última temporada profesional. Tom Boonen, ‘Tommeke’ para los aficionados al ciclismo dejó como regalo al aficionado sanjuanino el embalaje de la segunda etapa, la que fue al dique Punta Negra, allí ganó sin discusión y festejó pateando pelotas de fútbol desde el podio al público.

Su intención, con 36 años bastante ajetreados en el mundo del pedal, era ganar por quinta vez la clásica de las clásicas mundiales, la París-Roubaix, para todos el ‘Infierno del Norte’. Hizo un carrerón antes de colgar la bicicleta. Cerró innumerables cortes y estuvo siempre presente en carrera. Su esfuerzo sucumbió cuando la gente del BMC endureció las acciones al pasar por el último tramo de adoquines.

Ganó una etapa de la Vuelta a San Juan, donde inició su adiós

Ya en 2002, el año de su debut, acompañó en el podio de Roubaix a su compatriota Johan Museeuw (el León de Flandes). Boonen mostró su pecho, levantando sus brazos al cielo, en tres Kuurne-Bruselas-Kuurne, cinco E3 Harelbeke, dos Scheldeprijs, tres Gante-Wevelgem y en siete carreras monumento, tres Tour de Flandes y cuatro París-Roubaix, todo ello salpicado de podios en la Milán-San Remo ante Óscar Freire (2007 y 2010), seis etapas en el Tour y una malla verde (líder de la velocidad). En total, más de 100 victorias como profesional.

Boonen heredó el cetro de Museeuw y se batió con los mejores sprinters por número de victorias en el cambio de siglo, Alessandro Petacchi y Erick Zabel, y con el mejor especialista en carreras que pasan de los 250 km Mundial y Milán-San Remo Óscar Freire, o el contrarrelojista desbocado que era Fabian Cancellara, su palmarés frío, desnudo, revela a uno de los más grandes clasicómanos de la historia y quizás el mejor especialista de nunca sobre el adoquín.
Cuando Boonen se bajó ayer de su bicicleta, nació su leyenda.