Desde la altura de uno de los puentes de la gran Avenida Circunvalación podía verse la cantidad de espectadores que participaron de la última etapa de la Vuelta a San Juan 2020. Quizá porque muchos sanjuaninos sueñan, desde chicos, con ser ciclistas. Es una tradición local que atraviesa las generaciones con fuerza: abuelos, padres e hijos concurrieron a vivir la fiesta del ciclismo cuyano.
Hubo de todo. Para sentarse: reposeras, sillas plegables, banquetas armables, e incluso en las mismas hieleritas. Para escuchar música de casi todos los géneros: parlantes. Y, lo más importante, la radio –una gran compañera- para escuchar la carrera. Algunos más sofisticados llevaron colchones inflables para descansar o gazebos para cubrirse del sol. Todo en familia. Fueron las familias las otras grandes protagonistas de la importante competición.
Desde todos los puntos de San Juan se dieron cita para alentar, opinar, aplaudir y discutir sobre la carrera. Todos tenían algo para aportar. Todos bajaban corriendo del césped hacia la calzada para dar ánimos a los pedaleros con un unánime y ensordecedor aplauso. Después, todos volvían a sus lugares, los más pequeños miraban con atención a los adultos y aprendían de uno de los deportes emblema de la provincia.

