Saltaban y gritaban de alegría como todos. Se abrazaban. Lloraban. Festejaban ese triunfo siempre soñado sobre Brasil. Sentían más suya la medalla de bronce. Pero claro, allá en el fondo de su corazón, gozaban de un toque mágico. Se le venían imágenes a la mente con sus familias. Con sus amigos del vóleibol. Con Obras, el club en el que se formaron. Con el "Cantoni", ese estadio ícono del deporte local donde muchas veces festejaron otras cosas...


Eran ellos, los tres sanjuaninos dueños de otra epopeya del deporte argentino. Bruno Lima, Matías Sánchez y Federico Pereyra, los tres integrantes de la Selección Argentina de vóleibol. Los tres mosqueteros si se quiere. Los que se colgaron la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos Tokio 2020. Los que llevan el voley en la sangre. Los que se formaron como jugadores en el club Obras Sanitarias. Ese club chiquito de tamaño pero demasiado grande de corazón. Un lugar de la familia. Con una mística especial. Tanto que de esa misma cancha salieron, allá por la década del "70, jugadores de la talla de los hermanos Carlos, Ramón y Marcelo Castro, Néstor Desgens, el "Panadero" Márquez, "Yeyo" Sánchez, por citar algunos, y siguió con "Nito" Quiroga, "El Negro" Wiernes, Alberto Demartini, como referentes, dando un salto de calidad con Raúl Quiroga y "Chiqui" Wiernes, para seguir con "Pichón" Barrionuevo, Jorge Elgueta, Alejandro Spajic, Rodrigo Quiroga y ahora los tres mosqueteros. Casi nada y un todo completo a la vez. Generaciones seguidas para que el voley sanjuanino se gane la admiración del país entero.


Y estos tres pibes que hoy están brillando en la Selección Albiceleste son fiel ejemplo que el deporte en San Juan quiere y busca más. Que en los últimos años es preocupación general. Es política de Estado. Es una manera de adaptarse al progreso de cada actividad, incentivando a todos los deportistas. Simplemente para que la juventud tome como ejemplo a estos chicos que hoy están en el techo. Por eso en el horizonte se vislumbra otros éxitos. Por eso, hoy por hoy, ante estos Tres Mosqueteros sólo hay que hacer una cosa: Aplaudirlos y saludarlos como hijos sanjuaninos que son...


BRUNO LIMA

" Un sueño de chicos"


A sus 25 años, el pibe que se crió en una familia común y corriente del barrio Hugo Montaño en Rawson, concretó su mayor sueño. Bruno Lima, con sus 195 centímetros de altura se hizo gigante con la Selección Argentina y fue uno de los pilares para que la Albiceleste lograra la hazaña de volver a colgarse una medalla en un Juego Olímpico. "No caigo, no puedo ni llorar de la emoción que tengo, pero siento como un nudo en la garganta que ya me va a salir", comentó el opuesto que comenzó a desandar su pasión por el voley en Obras Sanitarias con apenas 6 años. "Esto es un sueño que teníamos de muy chicos. Tenemos mucha historia con este grupo, hace mucho tiempo que no se lograba algo con el vóley. Espero que la gente disfrute porque fue un torneo durísimo, con muchos nervios y mucha tensión. En cada momento necesitamos de todos y el equipo mostró siempre cambios de actitud, por eso hay que disfrutar este logro", comentó el rawsino quien además se consagró como el goleador de los Juegos, con un total de 138 puntos: 119 ataques, 10 bloqueos y 9 aces.


Tokio significó un paso adelante en madurez para Bruno Lima, que ya había debutado en una cita olímpica en Río de Janeiro 2016. Después de estar jugando en el Afyon Belediye Yüntas de Turquía la temporada pasada, le tocó transitar el coronavirus justo en la previa de la Liga de las Naciones en Italia, pero superó el covid de la mejor manera y cuando se recuperó, viajó para sumarse junto a sus compañeros. Hace unos meses, el opuesto sanjuanino se hizo dos tatuajes con un significado más que especial: se tatuó a su abuelo paterno Tité y su abuela materna Dalba. Sin dudas todo sumó para que el pibe rawsino sea clave para un bronce que será histórico.



FEDERICO PEREYRA

" Hay que disfrutar"


Cumplió siempre. Cada vez que le tocó entrar, dejó alma y vida. Como siempre. Incluso ayer en la final, junto a Matías Sánchez entraron siempre para que sus compañeros descansaran y no defraudaron. Federico Pereyra llegó a sus segundos Juegos Olímpicos, después de Londres 2012, con la firme convicción de que algo iban a conseguir. "Hay que disfrutar, esto es algo único y los momentos así en la vida de un deportista son escasos", manifestó el sanjuanino. A sus 33 años, Pereyra es todo un trotamundo por haber jugado en un sinfín de equipos que seguramente ayudaron en su formación para que el sanjuanino haya podido consagrarse en Tokio. Si bien sus primeros pasos en el voley los dio en UVT, después pasó a Obras Sanitarias, la cuna de campeones donde se formó y que también salieron Matías Sánchez y Bruno Lima. Pereyra, apenas unas horas después de consumado el triunfo ante Brasil, posteó una imagen en Instagram con los dos sanjuaninos y escribió: "Los wachines de mi vida" en una postal que seguramente quedará para la historia. "Llego con otra madurez, en mi presente perfecto. Dispuesto a disfrutar porque esto es una experiencia única", le había manifestado a DIARIO DE CUYO en la previa de los JJ.OO. Fede en su niñez probó en el fútbol, jugó en la escuelita de Trinidad donde se desempeñaba como marcador central, hincha fanático de Boca. Para los Pereyra, Tokio marcará un antes y un después en sus vidas. Es que allí, en la capital japonesa Federico y su hermana Fernanda marcaron otro hito al ser los primeros hermanos oriundos de San Juan en disputar unos Juegos Olímpicos. Sin dudas, con el bronce Federico le dio la mayor alegría a sus padres Liliana y José, a su hermana Fernanda, a su esposa Alejandra y al pequeño Lorenzo, que seguramente dentro de unos años entenderá lo que su papá logró ayer. 



MATÍAS SÁNCHEZ

"No puedo explicarlo"

Trae el voley en su ADN. Hijo de Rodolfo "Yeyo" Sánchez y de María Eugenia Pagés, ambos exjugadores de vóleibol, Matías Sánchez ayer cumplió su sueño al colgarse la medalla de bronce junto a la Selección Argentina en los Juegos Olímpicos de Tokio. "Es increíble esto, es algo que no se puede explicar. Lo que estoy sintiendo nunca lo sentí en mi vida, tengo que agradecer a mi hermana y mi abuela, esta medalla es para ellas, para mi familia y amigos. Estoy muy feliz y agradecido por todos quienes confiaron en mí", le manifestó el armador a DIARIO DE CUYO minutos después de recibir la medalla. Se formó como deportista y persona en el club Obras Sanitarias continuando el legado familiar cuando su hermana y su hermano jugaban, su mamá también y su papá era el técnico. El club de la "Gotita" acunaba a esas jóvenes promesas que iban forjando una fuerte amistad, como pasó con Matías Sánchez y Bruno Lima. Ayer, apenas culminó el encuentro, el armador corrió a abrazarlo a Lima y el opuesto lo alzó, festejando como en aquellos partiditos cuando eran chicos en el club capitalino. "Cuando fue el último punto se me nubló la vista y se me puso la piel de gallina. Nunca había sentido algo así. Es increíble y no hay forma de explicarlo. Vamos a caer dentro de un tiempo largo de lo que logramos, que es grandísimo". 


Sus ex docentes del Colegio "Medalla Milagrosa" seguramente ayer también se deben haber sentido parte del logro, es que más de una vez, sobre todo en la adolescencia, le daban permiso al armador para sus compromisos con el voley. El ahora jugador del Tourcoing francés resaltó: "Fue un gran momento para ganar una medalla y que el deporte no se caiga. Hoy hay que disfrutar. Estoy muy feliz y solo me queda agradecer a la gente que confió en mí", expresó.