No hay lugar en el mundo en que Messi no sea capaz de revolucionar corazones. Su fútbol despierta cosas en el cuerpo, eso que en el idioma futbolero se resume como ‘pasión’. Fue el imán para que tantos y tantos hicieran filas bajo el Sol, para sacar dinero de donde sea para pagar una entrada. Todo por él, quien moviliza las almas de millones, esta vez de los sanjuaninos.

Los más de 25.000 afortunados que esta noche lo vieron al crack rosarino se llenaron los ojos del más exquisito fútbol, pero también de lágrimas. Al que esta noche no se le empañó la mirada al ver al más grande jugador de este siglo regatear a rivales, probablemente miente o tiene hielo en el pecho. Cada intervención acarreó gestos, gritos, sonrisas. “¡Mirá lo que hace!”.

Ojalá nos equivoquemos, pero no habrá otro partido de esta dimensión con Messi en cancha en San Juan. Porque la biología lo ubica más cerca del retiro, aunque duela decirlo, aunque cueste pensar que colgará los botines. Como cuando Maradona dijo adiós, algo se terminó. Con Messi pasará lo mismo, pero internamente algo nos dice que el vacío será tal que lo extrañaremos cada fin de semana.

Los sanjuaninos y aquellos que vinieron de otros lares a esta provincia del Oeste argentino, polvorienta, temblorosa y a veces hostil, pero de gente con corazones blandos, saben en lo más profundo que esta noche se asistió a la última gran función del ‘10’ moderno en un clásico jugado por los puntos en Argentina y ni que hablar en tierra sanjuanina.

Por eso, la palabra ‘gracias’ a veces resulta con sabor a poco cuando el agradecimiento es para alguien como Messi. Y también no sobrará decirle ‘perdón’… perdón por todos aquellos que no valoraron que se trata de un jugador de época, que como una vez existió un Pelé o un Maradona, ahora hay un Messi.

A disfrutarlo. A mimarlo. Pero, fundamentalmente, a agradecerle por tanto y tanto que entregó por la camiseta Argentina.

Que no sea la última en San Juan, Leo.