Felices. Tanto Verónica, la mamá de Benjamín (a la izquierda), como Elsa, la vecina, afirman que la recuperación del bebé fue "un milagro" por cómo sucedió.

Loteo San José, Rawson, 7.30 de la mañana. Los gritos desesperados de Verónica Mercado alertaron a los vecinos que ya se aprestaban para comenzar la jornada. Benjamín, el hijo de apenas 7 meses de esta joven mujer, había dejado de respirar. El caso movilizó al vecindario tanto por la tensión y angustia que ocasionó como por el final feliz que tuvo y que nadie esperó. Tras pasar más de 20 minutos "sin signos vitales", como dijo su madre y ratificó una de las vecinas, el pequeño "resucitó", aseguran. Dicen que fue por un milagro de los santos Cosme y Damián, a quienes Verónica les pidió llorando que salvaran a su hijo.

Ese día Benjamín se despertó más temprano y con menos alegría que de costumbre. Su mamá pensó que sería producto de las vacunas que le pusieron el día anterior en el Centro de Salud del Barrio La Estación. Nunca imaginó la escena que tendría lugar un par de minutos después. El bebé tenía los ojos blancos y los labios morados. Había dejado de respirar. "Cuando lo vi así me imaginé lo peor. Le toqué las muñecas y la gargantita y no tenía pulso. Arrimé mi cara a su boca y nariz para comprobar si respiraba y me di cuenta que no lo hacía. Ahí comencé a gritar como loca y a tratar de reanimarlo", dijo la madre.

Con la mano izquierda, Verónica intentaba terminar de vestirse mientras con la derecha le apretaba el pecho a su bebé para intentar que le volviera a funcionar el corazón. En medio de ese momento de angustia, Tomás, el hermano mayor de Benjamín, también se sumó al salvataje poniendo en práctica los primeros auxilios que aprendió con su grupo de Scouts. Le dio respiración boca a boca, pero sin éxito. Tras practicarle este ejercicio por cinco veces y sin obtener resultados, salió a la calle a pedir ayuda. "El bebé parecía un muñeco. No se movía, no reaccionaba, y sus bracitos y piernas colgaban. Salí desesperado a buscar algún vecino que lo llevara al hospital", dijo el chico de 13 años que aún no puede borrar la imagen de su hermano.

La primera en acudir al llamado fue Elsa Pérez, la vecina de la esquina, que antes de llegar a la casa de Benjamín le gritó a su marido que sacara la moto para llevarlo a Urgencia. Ella también intentó "revivir" al pequeño, pero no lo logró. "Benja estaba muerto, ni siquiera respiraba un poco. Me sentí muy mal como mamá, pensando que en su lugar podría estar alguno de mis hijos", dijo la mujer.

El ruido del motor de un vehículo fue como una señal de esperanza para Verónica. Salió al medio de la calle para detener el auto que manejaba un hombre que llevaba al hijo a la escuela. Y al que no le importó desviarse del camino para llevar a Benjamín hasta la Rotonda. Lo acostaron en el asiento trasero para que su madre siguiera intentando reanimarlo. Cansada y desolada, la mujer cesó en su intento. Con los ojos cerrados y entre lágrimas, le rogó a los santos Cosme y Damián que no se llevaran a su bebé. De repente sintió un golpe en la cara que la hizo abrir los ojos: "Era Benjamín que estaba mirándome y sonriendo. Había resucitado. El milagro se lo debo a estos santos que tienen su parroquia en la Villa San Damián. El 26 de septiembre asistiré a la misa para compartir con todos el milagro de Benjamín", dijo la mujer.

Verónica contó que su bebé fue atendido por los médicos del Centro René Favaloro donde le dijeron que aparentemente sufrió un preinfarto seguido de muerte súbita. Agregó que también usaron la palabra milagro para referirse a su recuperación. Permaneció internado con oxígeno y en observación. A las dos horas, recibió el alta.