Enviado especial

Ronda de mate. Arriba de la pequeña mesa de la recepción del hotel hay un cuadro. Es la imagen de Hugo Agustín Montaño (26), el primer sanjuanino muerto en Malvinas. La encargada de cebar es Stella Maris (59), su hermana, y quien acompaña a los 15 veteranos. 

Al momento de la entrevista se retira de la mesa, se sienta para empezar la charla y pide permiso para buscar el cuadro: “No quiero que se caiga”, dice. Ese mismo retrato está en el aparador de su casa, en un lugar visible, y vino en la valija. Lo cuida, recuerda que al momento de la foto tenía unos 24 años. “Era alegre”, resalta. 

Estuvo a punto de traerse una imagen de la Difunta Correa; su hermano era devoto. Pero sólo trajo el cuadro. Sí le dejará un rosario en Darwin. “Como será lo positivo, lo optimista que era Hugo que en la última carta que recibimos decía que le gustaba Malvinas, que se quería quedar a vivir una vez que termine el conflicto”, recuerda.

Stella mira el mar. Quiere cuanto antes ir a Darwin y rezar en la tumba de su hermano

Ni bien pisó las Islas preguntó cuándo irán al cementerio de Darwin. Es el miércoles, ella quiere ir lo más antes posible. Le gana la ansiedad por estar frente a la tumba de su hermano, pero quien coordina el grupo y el médico prefieren que no cambie el itinerario y que Stella Maris esté acompañada, como recomiendan a todos los excombatientes.

No deja de sorprenderle a esta mujer –tiene 7 hijos y 10 nietos- el corazón patriótico que tenía su hermano (eran 5 en total), con quien era “muy compinche”. “Él quiso ir a Malvinas, no había sido elegido y quiso ir. En ningún momento nos dijo que las cosas estaban mal allá, se cansaba de hablar bien”, cuenta.

En los ojos de Stella Maris hay un brillo. No llora, pero pausa la voz. La idea de emprender el viaje a Malvinas, en parte, fue motorizada por sus hijos. “’Andá mamá’, me decían. Es que la relación que tenía con mi hermano era hermosa, él era protector de todos”, apunta con un dejo de nostalgia.
 

Stella se enteró de la peor manera de la muerte de su hermano. Esa noche en que supo de la muerte, la vida le cambió para siempre. Sus hijos se habían dormido y, como todos los días, se puso a leer un diario donde estaba la lista de bajas. “Lo hice como de costumbre, jamás pero jamás me imaginé que podía leer su nombre”, detalla. ‘Hugo Agustín Montaño de San Juan’. No había margen de error. Era ‘su’ Hugo. Fueron varios los años en los que, con ayuda psicológica, pudo superar la muerte. Este viaje la encuentra preparada.