Con una puesta imponente, más de 300 artistas en escena y un relato que atravesó música, danza, poesía, teatro y tecnología, el Velódromo Vicente Chancay volvió a convertirse esta noche en el corazón latiendo de la Fiesta Nacional del Sol. Bajo el título “Ay San Juan, mi tierra querida”, el espectáculo central desató un torbellino de emociones que dejó al público de pie, aplaudiendo largamente una obra que hizo carne el amor sanjuanino por su tierra, pese a los contratiempos que causaba afuera el viento.

De hecho, el inconveniente climático hizo que la organización decidiera suspender la Feria Temática, así como la actividad de los patios gastronómicos y la presentación de los artistas locales. Sí aclararon que, por la suspensión del jueves, la FNS se extenderá hasta el domingo 23, para no perder la oportunidad de disfrutar tres jornadas de feria, con todas sus propuestas y atractivos.

En la pista, apenas se apagaron las luces, la obertura —de tintes rockeros y pop— encendió el clima festivo, proclamando el primer grito colectivo: “Amo San Juan”. Desde ese momento, la puesta se transformó en un viaje sensorial que recorrió las raíces, las costumbres y la esencia más profunda de la provincia.

El guión, a cargo de Nicolás Rodríguez, construyó un relato multidisciplinar que hiló poesía local, escenas teatrales, nuevas composiciones, canciones históricas y coreografías multitudinarias. Las palabras, proyectadas y recitadas, ocuparon un rol central, reivindicando la producción literaria sanjuanina y dándole voz a los poetas que marcaron, y marcan, la identidad provincial.

La directora artística Belén Montilla concibió el espectáculo como una historia de amor: un enamoramiento hacia San Juan contado desde la danza. Más de 300 bailarines llenaron la pista con coreografías potentes, precisas y sensibles. Lo había adelantado Montilla y así sucedió: la danza nunca se detuvo, fue la forma más directa y vibrante de esa declaración de amor.

Los tres actos —“San Juan amo tus tradiciones”, “Ay San Juan, amo tus paisajes” y “Ay San Juan, amo tu presente y tu futuro”— construyeron un arco emocional que pasó de lo ancestral a lo contemporáneo, del fogón al sonido electrónico, del silencio poético al estallido del aplauso colectivo.

El show de este año se destacó además por un equipo audiovisual cien por ciento local. Productores, editores, compositores visuales, animadores 3D, fotógrafos, iluminadores y diseñadores gráficos trabajaron durante meses para crear diez pantallas sincronizadas que rodearon al público con imágenes de autor, animaciones y fragmentos poéticos.

La obra se vivió así en múltiples capas: danza en vivo, voces, textos, visuales y una narrativa que no dio respiro. Además, la experiencia sonora fue otra de las grandes protagonistas. El diseño, a cargo de Leandro Vega, mezcló grabaciones de campo, texturas naturales, síntesis electrónica y un sistema 12.1 que permitió mover los sonidos por todo el velódromo. El público escuchó y sintió la provincia con una nitidez sorprendente, en un trabajo técnicamente complejo que logró profundizar la inmersión narrativa.

Avanzando con el show, uno de los momentos más conmovedores fue la escena dirigida por Ernesto Villavicencio, que reunió a 50 guitarristas en una serenata multitudinaria. Guitarras rodeando el escenario, bailarines acompañando el cuadro final y una melodía que atravesó generaciones. El público se emocionó de inmediato: era un homenaje musical, simple y poderoso, que retumbó como un abrazo colectivo.

Por su parte, durante el despliegue participaron cantantes locales como Juanse Arano, Eli Domínguez, Javier Acuña, Ángeles Domínguez, Martina Flores, Meli Quiroga y Andrés Cantos, entre otros talentos que aportaron su impronta a un repertorio que combinó canciones clásicas, composiciones nuevas y arreglos modernos.

El espectáculo central volvió a cumplir su promesa: construir una identidad en escena. En cada cuadro, en cada imagen proyectada, en cada palabra resonada, apareció la provincia: sus montañas, sus amores, su presente de trabajo y su futuro posible. La ovación final sintetizó lo que todos sintieron: que esta obra no solo contó una historia. La hizo sentir.