Por Adriana Frontera – Enviada Especial de DIARIO DE CUYO
La brisa del Pacífico, el sol que cae lento sobre la Avenida del Mar y un clima que invita a caminar sin apuro fueron el escenario de una Navidad distinta para los sanjuaninos que este año eligieron La Serena, Chile, para esperar la Nochebuena. Lejos del calor intenso cuyano y del ritual clásico del brindis en el patio, muchos cambiaron el ventilador por el mar, sin resignar, eso sí, las tradiciones que hacen sentir que están en casa.
En ese mix de vacaciones y nostalgia, la mesa fue la protagonista. Algunas familias viajaron con recetas, costumbres y hasta ingredientes en la valija, otras se adaptaron a lo que ofrece el destino, mientras que algunas encontraron un punto intermedio entre ambos mundos.



Tradición argentina, con vista al mar
Víctor Muñoz viajó desde San Juan junto a su esposa, hijos, su mamá y sus suegros. Para ellos, La Serena fue una elección casi natural.
“Elegimos La Serena por la cercanía y por el clima. Disfrutamos mucho el sol todo el día y esa brisa tan saludable. Mirar el mar y el sol de frente es hermoso para nosotros”, cuenta mientras observa la playa.
En su mesa navideña no hubo dudas: el menú fue bien argentino. “Comimos vitel toné, arrollado de pollo relleno, sándwiches de miga triples, lo más tradicional. A las diez de la noche ya estábamos cenando, después la ensalada de frutas de postre y a las doce brindamos con champagne. Eso sí, el vino fue chileno”, aclara entre risas.
Navidad en familia, lejos de casa, pero con sabores que reconfortan.
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Asado en tierras chilenas
Para otros, la adaptación fue parcial. Silvana Clavel también pasó la Navidad en La Serena, pero optó por una de las tradiciones más arraigadas del otro lado de la cordillera.
“Compramos todo acá en el supermercado, pero hicimos asado, bien argentino”, relata. El escenario fue el quincho del edificio de departamentos donde se hospedan, compartiendo la noche con su hermano y la familia con la que viajaron.
Eso sí, la celebración tuvo algunas sorpresas culturales. “A la noche salimos pensando que iba a haber gente brindando en la playa, movimiento, algo más parecido a Argentina, pero no, no había casi nadie en la calle. Fue distinto. Igual cantamos, bailamos un poco, caminamos y después volvimos al departamento”, cuenta.
Es que en Chile la Navidad es quedarse en casa, con la familia, privilegiando la intimidad. Una Navidad más tranquila, menos ruidosa, pero igualmente especial.
Mixtura y practicidad: el pavo ya listo
Erika Garritano ya es habitué de La Serena: es su quinto año consecutivo en la ciudad, aunque esta vez el viaje tuvo un condimento especial. “Llegamos el 23 y enseguida hicimos las compras para la cena del 24. Cenamos pavo, pero ya cocido. Es riquísimo, lo habíamos probado otros años y nos encantó”, explica. Una elección práctica que evitó las largas horas de cocina y permitió disfrutar más del descanso.
Después de la cena, el plan fue simple y perfecto para el entorno: caminar hasta la playa para recibir la Navidad frente al mar. “Es la primera vez que venimos en estas fechas, siempre llegábamos después del 1° de enero. El clima está hermoso, la playa, todo muy lindo. Estamos más que felices”, resume.
Entre sándwiches de miga, asado, pavo chileno y brindis con vinos trasandinos, los sanjuaninos demostraron que la Navidad no entiende de fronteras. Cambian los paisajes, se mezclan las costumbres y se adaptan los menús, pero el espíritu sigue siendo el mismo: compartir, descansar y celebrar en familia. Y si es con el sonido del mar de fondo y una brisa fresca que alivia el verano, mejor todavía.
